3. Agua

(Relato de ficción. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)

 

-¡Eso te pasa por bocón!- le señaló el Negro .

-Pero quédate tranquilo que va a aprender, ¿eh?- continuó Rafa.

Ramírez los miraba con un poco de bronca detrás de las dos columnas de denuncias y expedientes que, a modo de castigo, superpoblaban su escritorio. Hacía apenas unas semanas que había salido de la escuela de oficiales y se incorporó a la 3ª, pero parecía tener ante sus ojos el historial completo de la comisaría, según sus propias palabras. Es cierto, iba a aprender a ser más discreto en el futuro. O no.

Anita salió del despacho de Soria con el pelo un tanto descolocado y el labial corrido. Inmediatamente detrás de ella apareció el descomunal comisario con las manos descansando incómodamente sobre del cinto, el cigarrillo recién encendido entre los labios y expresión de feliz cumpleaños.

-Linda mañana, ¿no Ramírez?- acotó Soria con actitud de Superman, mientras el humo del cigarrillo se contorneaba delante de sus ojos.

El joven oficial miró hacia la puerta siempre abierta de la seccional. Un aguacero caía casi hasta con maldad. Desde dónde él podía observar, el desagüe de la calle no daba a vasto y la vereda ya estaba completamente bajo agua. Así y todo, asintió con la cabeza y una sonrisa dibujada.

-Vos que estás medio al pedo, hacete unos mates- continuó el comisario.

Ramírez arrastró la silla con molestia infantil: haciendo tanto ruido como le fue posible. Se levantó y se acercó a la mesita coronada con la brillante pava eléctrica obsequiada por la comunidad china. Esperó a que Anita saliera del baño y la cargó en el lavatorio corroído por la mugre y el sarro. Después la puso a calentar y empezó a sacudir el mate con destreza correntina, asegurándose de que el polvillo quede bien abajo.

-Rafa, cuando pare la lluvia, andá a verlo a Sismonde que tiene unos vales de nafta para nosotros- le indicó Soria al Cabo Rafael Negrete y continuó: -Che, ¿viste que bien lo sacude este?- logrando concentrar la atención en Ramírez que, inmediatamente y avergonzado, detuvo sus movimientos.

Rafa respondió primero guiñando un ojo y después, lanzando una carcajada exageradamente forzada. Los otros también festejaron la ocurrencia y la algarabía se volvió generalizada hasta que un repentino ataque de tos castigó al obeso comisario. Una bocanada de humo escapó de sus pulmones con la fuerza de un huracán. Una serie de profundos espasmos y la tos que aserraba su garganta parecían doblegarlo, pero él manoteaba el marco de la puerta como si de ello dependiera para no abandonar este mundo. Inoportunamente, su celular comenzó a sonar y vibrar en la estrechez del bolsillo forzada por su pierna y el pantalón represor. El comisario revoleó los ojos, pero detuvo el avance de Anita y el Negro que se aprestaban a ayudarlo.

-Hola- atendió con voz silbada y sin aliento. -No, un poco de tos nomás- continuó mientras se componía con esfuerzo. –Decime. ¿Un camión? ¿En la ruta nacional? ¡No te puedo creer! ¿Personal?- En ese instante, comenzó a recorrer el ambiente con la mirada: primero les apuntó al Negro y Anita que estaban más cerca, después a Rafa, a Ramírez y por último, se detuvo en la pava eléctrica. La observó un rato dudando y concluyó –Entiendo, pero decile a Reyes que me va a tener que disculpar, porque hoy, en la 3ª, hacemos agua con el personal.

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