En el Bajo de San Isidro, los motores rugen hasta entregarse a los placeres que ofrece Camino Motor Coffee: buena comida, cervezas tiradas y buenos tragos, y lo más importante, un ambiente amigable y no necesariamente “tuerca”.
Texto y fotos @testergourmet
A unos días antes de ir a conocer Camino Motor Coffee recordé un capítulo del libro “El equilibrista”, de Federico Andahazzi, llamado “Harley Davidson y yo”. En el mismo el autor hace referencia a ese vínculo entre el hombre y su moto, de esa especie de adoración que también comparten, creo yo, los amantes de los autos. Es pasión. Y por lo general, también es esfuerzo y trabajo por conseguir la pieza que falta, lograr la customización perfecta, o alcanzar el fin único de escuchar el rugido del motor o, simplemente, contemplar el vehículo con la felicidad del deber cumplido.
El sentimiento tal vez a algunos les resulte difícil de comprender. Yo no pertenezco a ese mundillo, pero lo entiendo. Y lo supe olfatear apenas entré a Camino Motor Coffee. Porque si hay algo que allí se respira, es amor. Amor por los fierros, por la confraternidad que se genera en torno a ellos y por la gastronomía, un medio que suele unir a los argentinos (casi como a ningún otro habitante del planeta) alrededor de una mesa.
Y ese amor se expresa obviamente a través de la decoración que mezcla motos antiguas y bicicletas (customizadas, claro) con todo tipo de objetos (vintage, por supuesto), dentro de ese gran galpón que fue primero sólo eso: un galpón, para después convertirse en taller y finalmente, encontrar su razón de ser en este bar-restó. El salón se divide en dos, el espacio del fondo no es secreto pero hay que ser algo curioso para acercarse o saber que allí se encuentran los autos de sus dueños, entre los que se incluyen un Camaro 68, un Camaro 76, una camioneta Chevrolet Sapo y una Ford Econoline, además de un escritorio, posters, fotos, cuadros y más. Tiene el aspecto de un taller pero sin el clásico aroma del mismo. Allí aseguran, pronto habilitarán una especie de privado con una gran mesa para 10 o 12 comensales y para festejos o reuniones particulares.
Elegí una mesa y me senté. Desde donde estaba, tenía un amplio panorama de todo. Imaginé que a partir del origen del lugar me encontraría con la clásica imagen de bar de motoqueros, pero la llegada de los comensales me fue pintando otra escena. Gente de distintas edades, jóvenes, grandes, con pieles tatuadas o vírgenes, adoradores de los fierros e inexpertos en la materia como yo, grupos y parejas, fueron ocupando las mesas. Si detecté un denominador común, fue las ganas de disfrutar de rica cerveza, una buena propuesta gastronómica y la compañía de amigos o novios.
La música sonaba al volumen justo para poder hablar y suficiente para que se sienta también en el cuerpo. Desde chill out hasta Micheal Jackson, todo en un verdadero equilibrio. El mismo que pareció primar toda la noche. Y es que “en Camino Motor Coffee, lo importante es la experiencia, sentirse cómodo”, me aseguró Matías Ricciardelli, uno de los dueños del lugar, mientras me señalaba a su gato. El animal descansaba plácidamente sobre un sofá. “Ese es el espíritu”, agregó Matías. También me comentó que para que el rato sea verdaderamente ameno, se cuida la cantidad de asistentes. En Camino no se ve gente parada y mucho menos se sufre el apretuje en torno a la barra de otros lugares similares.
Rápidamente comprendí el concepto y me entregué al placer de la degustación.
El local está abierto hace un año, pero ahora la carta está a cargo de José Dell Aqua y a las clásicas hamburguesas suma platos como el Lomo “El Camino” + Venice Beach Sauce o la imperdible Bondiola braseada con chutney de manzana. También hay pastas, pescados, picadas y un menú del día que va variando y suma propuestas. Entre ellas, elegí la brusqueta de Salmón ahumado y la acompañé con una cerveza artesanal tirada en su punto justo. No me equivoqué.
Me quedé disfrutando del ambiente un poco más y compartiendo un rato más de charla con Matías. Así descubrí que en este ambiente ecléctico que también abre durante el día (arranca a las 10 hs con el café), también hay lugar para los yuppies y muchos que gustan llevar su laptop y trabajar allí, disfrutando de la luz, el espacio abierto y la cercanía del río.
Me retiré de Camino Coffee Bar y vi las motos aparcadas en la puerta. En el estacionamiento encontré los autos y mientras arrancaba camino a casa y pasaba por la puerta pensaba “siempre para llegar hay un camino y este, sí que vale la pena transitarlo”.
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